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martes, 7 de julio de 2015

Religiosidad cristiana: milenarismo y culto jacobeo II

En el prólogo al segundo libro de esta obra se encuentra uno de los Mapa Mundi más conocidos de la cultura altomedieval europea. El objetivo de este mapa no es la representación geográfica del mundo sino el de servir como ilustración de la diáspora evangelizadora de los Apóstoles durante las primeras décadas del cristianismo. Beato se basó para confeccionarlo en los datos proporcionados por San Isidoro de Sevilla, Ptolomeo y las Sagradas Escrituras. El mundo se representa como un disco de tierra rodeado por el Océano y que se divide en tres partes: Asia (semicírculo superior), Europa (cuadrante inferior izquierdo) y África (cuadrante inferior derecho). El Mar Mediterráneo (Europa–África), el Río Nilo (África–Asia) y el Mar Egeo y el Bósforo (Europa–Asia) separaban a las masas continentales. El Mapa Mundi de Beato de Liébana es la primera obra cartográfica que muestra la existencia de la Terra Australis. A pesar de que esta tierra hipotética ya había aparecido citada en las obras de Claudio Ptolomeo o San Agustín de Hipona, lo cierto es que el mapa contenido en los Comentarios al Apocalipsis, es el primero que refleja la existencia de este continente austral, que a partir de este momento aparecerá repetidamente multitud de mapas y originará innumerables expediciones en su búsqueda, como las de Fernández de Quirós y Abel Tasman, que culminarán en el descubrimiento de Australia. Beato estaba convencido de la llegada inminente llegada del Fin de los Tiempos, que vendrían precedidos por el reinado del Anticristo, cuyo imperio duraría 1290 años. Basándose en el esquema expuesto por San Agustín en su obra la Ciudad de Dios, el creador de los Comentarios consideraba que la historia del mundo se estructuraba en seis edades: Las cinco primeras se extendían entre la creación de Adán y la crucifixión Jesucristo, mientras que la sexta, posterior a Cristo y contemporánea a nosotros, debía culminar con el desencadenamiento de los sucesos profetizados por el Apocalipsis.
Los movimientos de carácter milenarista eran comunes en la Europa de entonces: En el periodo 760–780 se producen en las Galias toda una serie de fenómenos astrales que provocan pánico entre la población; un monje visionario, Juan, predice la llegada del Fin del Mundo en el reinado de Carlomagno. Aparece en estas mismas fechas el Apocalipsis de Daniel, un texto escrito en lengua siríaca durante el reinado de la emperatriz Irene en Bizancio en el que se profetizaban toda una serie de guerras entre árabes, bizantinos y pueblos del Norte que finalizarían con la llegada del Anticristo.
Para Beato, los acontecimientos que estaban teniendo lugar en Hispania (el dominio islámico, la herejía adopcionista, la progresiva asimilación de los mozárabes...) eran señales que indicaban la proximidad del eón apocalíptico. Según cuenta Elipando en su Carta de los obispos de Spania a sus hermanos de la Galia, el abad de Santo Toribio llegó a anunciar a sus paisanos de la Liébana la llegada del Fin del Mundo para la pascua del año 800: la víspera de ese día, cientos de aldeanos se agruparon en torno al Monasterio de Santo Toribio, esperando —aterrados— el prodigio. Durante casi día y medio permanecieron en aquel lugar sin probar bocado hasta que uno de ellos, de nombre Ordoño, exclamó: «¡Comamos y bebamos, de manera que si llega el fin del mundo estemos hartos!».
Las visiones proféticas y milenaristas de Beato de Liébana tuvieron una huella perdurable en el desarrollo del Reino de Asturias: La Crónica Profética, que fue redactada en torno al año 880, predice la caída final del Emirato de Córdoba y la conquista y redención de toda España por el rey Alfonso III. Asimismo, el icono de la Cruz de la Victoria, que terminó convirtiéndose el emblema del Reino de Asturias, tiene su origen en un pasaje del Apocalipsis en el que San Juan tiene la siguiente visión de la Parusía: Ve a Jesucristo sentado en majestad compañado de nubes y afirmando «Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que Fue, el que Es y el que Será. El Todopoderoso».[ El uso del lábaro se remonta a tiempos de Constantino el Grande, que lo empleó durante la célebre batalla del Puente Milvio. Pero en Asturias, el uso de la Cruz de la Victoria adquirió tintes de veneración. En casi todas las iglesias prerrománicas aparece grabado dicho icono, a menudo acompañado de la expresión «Hoc signo tuetur pius, in hoc signo vincitur inimicus», que se convirtió en el lema de los monarcas asturianos.
Otro de los legados espirituales del Reino de Asturias lo constituye el surgimiento de una de las vías de transmisión cultural más fascinante de Europa: El Camino de Santiago. El primer texto que hace referencia a la predicación de Santiago el Mayor es el Breviario de los Apóstoles, texto del siglo VI que cita a un lugar denominado Aca Marmárica como su lugar de descanso definitivo. San Isidoro de Sevilla insistió en esta idea en su tratado De ortu et obitu patrium. Siglo y medio después, en tiempos del rey Mauregato fue compuesto el himno O Dei Verbum en el que se califica al apóstol de «áurea cabeza de España, nuestro protector y patrono nacional», y se hace referencia a su predicación en la Península durante las primeras décadas del cristianismo. Algunos atribuyen dicho himno a Beato, aunque esto es discutido por los historiadores.

Pero no fue hasta el reinado de Alfonso II cuando desde Galicia llegaron noticias de un acontecimiento prodigioso: En la diócesis de Iria Flavia un ermitaño llamado Pelayo había observado durante varias noches sucesivas resplandores misteriosos sobre el bosque de Libredón. Canciones de ángeles acompañaban el baile de luminarias. Impresionado por este fenómeno, Pelayo se presentó ante el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, que acudió al lugar con su séquito. En la espesura del bosque se halló un sepulcro de piedra con tres cuerpos, que fueron identificados con los del apóstol Santiago el Mayor y sus dos discípulos, Teodoro y Atanasio. Según la leyenda, el rey Alfonso fue el primer peregrino en acudir a ver al Apóstol: Durante las noches que duró el trayecto fue guiado por el curso de la Vía Láctea, que a partir de ese momento tomaría el nombre popular de Camino de Santiago.

Citas Célebres:

lunes, 6 de julio de 2015

Religiosidad cristiana: milenarismo y culto jacobeo

Durante los reinados de Silo y de Mauregato se sentaron las bases de la cultura del Reino de Asturias y de la España cristiana de la Alta Edad Media. En este periodo aparentemente anodino, en el que los reyes de Asturias se sometieron a los dictados de los emires cordobeses, vivió Beato de Liébana, que es probablemente la mayor figura intelectual del Reino de Asturias, y cuya obra dejó una huella imperecedera en la cultura cristiana de la Reconquista.
Los soberanos andalusíes gustaban de integrar en sus harenes a mujeres de piel clara procedentes del Norte de España. Como consecuencia de ello, los emires y califas de Córdoba, cuyas madres y abuelas eran asturianas o vascas, eran genéticamente norhispanos. De hecho, el califa Abderramán III tenía la tez pálida y los ojos claros, y solía teñir de color moreno su larga cabellera rubia. Paradójicamente Mauregato (y tal vez también Silo), nació de madre musulmana (bereber).
Beato se vio directamente involucrado en la querella adopcionista, en el seno de la cual combatió con fuerza a Elipando, obispo de Toledo. Los adopcionistas defendían que Jesucristo nació hombre y que sólo tras su muerte y resurrección fue adoptado por el Padre y adquirió la cualidad divina. El adopcionismo tenía raíces en el arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo, y en el paganismo grecorromano, donde existían algunos ejemplos de héroes como Hércules que después de su muerte alcanzaron la apoteosis. No han de descartarse asimismo influencias musulmanas en el surgimiento del adopcionismo, pues Elipando fue impuesto en su cargo por las autoridades musulmanas, cuya religión negaba la divinidad de Jesús, al que se consideraba profeta pero no Hijo de Dios. Sin embargo, la herejía adopcionista fue combatida por Beato desde su monasterio de Santo Toribio de Liébana, al par que defendió la independencia de la iglesia asturiana frente a la toledana y estrechó lazos con Roma y el Imperio Carolingio: En este sentido, Beato fue apoyado en su lucha contra la iglesia toledana por el Papa así como por Alcuino de York, estudioso anglosajón afincado en Aquisgrán con el cual cultivó una gran amistad.
La obra de mayor trascendencia creada por Beato fueron sus Comentarios al Apocalipsis, que fueron copiados en manuscritos en los siglos posteriores (denominados usualmente Beatos) y de los que el escritor italiano Umberto Eco ha llegado a decir: «Sus fastuosas imágenes han dado lugar al mayor acontecimiento iconográfico de la historia de la humanidad».[34] Beato expone en ellos una interpretación personal del relato apocalíptico, a la que añade citas procedentes del Antiguo Testamento y de los Padres de la Iglesia, y todo ello acompañado por magistrales ilustraciones.

En los Comentarios se da una nueva interpretación a los símbolos del Apocalipsis: Babilonia ya no representa a la ciudad de Roma, sino a Córdoba, sede de los emires de Al Ándalus; la Bestia, antiguo símbolo del Imperio Romano, encarna ahora al invasor islámico que amenazaba con destruir la cristiandad occidental y que en esa época atribulaba con sus frecuentes razzias a los territorios del Reino de Asturias.

Citas Célebres:
“El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad.” 
“Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes.” 
“Solamente aquellos espíritus verdaderamente valerosos saben la manera de perdonar. Un ser vil no perdona nunca porque no está en su naturaleza.” 
“Perdonar es no tener demasiado en cuenta las limitaciones y defectos del otro, no tomarlas demasiado en serio, sino quitarles importancia, con buen humor, diciendo: ¡sé que tú no eres así!” 
“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.” 
“El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.” 
“Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad.” 
“La peor verdad sólo cuesta un gran disgusto. La mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños y al final, un disgusto grande.”
"Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar." 
“La casa de un hombre es su castillo”. 
“Vivir sin amar no es, propiamente, vivir.” 
“Lo que de raíz se aprende nunca del todo se olvida.” 
“El fin es ser feliz. Sólo se consigue lentamente. Exige una aplicación cotidiana.” 
“Quienes esperan cosechar las bondades de la libertad deben soportar la fatiga de defenderla.” 
“No es la recompensa lo que eleva el alma, sino la labor que le ha valido esa recompensa.” 

OTRAS POCAS MAS DE ROSAS